Más de 150
directores y delegados de las 70 Cáritas Diocesanas de todo el país se dieron
cita en El Escorial los días 24 y 25 de junio
Los días 24 y 25 de
junio se celebró en la localidad madrileña de El Escorial la LXXIII Asamblea
General de Cáritas Española, una cita anual a la que han asistido más de 150
directores y delegados episcopales de las 70 Cáritas Diocesanas de todo el
país.
Presididas por monseñor
Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara y responsable de
Cáritas en el seno de Comisión Episcopal de Pastoral Social, y por Rafael del
Río, presidente de Cáritas Española, que dirigieron sendos saludos a todos
los participantes, las sesiones comenzaron con una ponencia marco sobre el tema
“El ejercicio de la caridad en un nuevo contexto. ¡A vino nuevo, odres nuevos!”,
a cargo de Francisco Lorenzo, coordinador del Equipo de Estudios de
Cáritas.
A lo largo de las dos
jornadas, junto a la presentación del Informe general por parte del secretario
general de Cáritas Española, Sebastián Mora, se abordaron temas
estatutarios, como la aprobación del presupuesto para el próximo ejercicio.
Asimismo, los asistentes aprobaron por aclamación la declaración final que se
recoge a continuación.
LXXIII ASAMBLEA GENERAL
DE CÁRITAS ESPAÑOLA
24 y 25 de junio de 2016
Al término de la LXXIII
Asamblea General de Cáritas Española, reconociendo la complejidad e
incertidumbre que se vive en el ámbito político y social, queremos volver
nuestra mirada a un mundo que sigue “gimiendo y llorando bajo dolores de parto”
(Rom 8,
22). Como discípulos de Cristo sentimos como propios “los gozos y las
esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo,
sobre todo de los pobres y de cuantos sufren” (GS, 1) y manifestamos, una
vez más, nuestra vocación de servicio y entrega a los descartados y empobrecidos
de nuestras sociedades.
Nos hacemos eco de la
realidad de las personas en situación de mayor vulnerabilidad a las que
acompañamos cada día y sobre cuyos derechos fundamentales hemos llamado la
atención de los representantes políticos y los agentes sociales en nuestro
documento de Propuestas políticas. Esta ha sido la respuesta de la Confederación
Cáritas en España a la apelación del Papa Francisco a “ayudar a los demás a
cambiar el curso de la propia vida” y a ser “la sal, la levadura y la luz que
ofrece un faro de esperanza a los necesitados” (Mensaje a la última
Asamblea General de Cáritas Internationalis).
En la instrucción
pastoral Iglesia, servidora de los pobres, los obispos españoles alertan de
manera valiente y clara sobre la pérdida de primacía del ser humano en nuestra
vida social y política. Se está consolidando en las relaciones sociales y
económicas un proceso de vaciamiento de lo humano que relativiza la inviolable
dignidad de las personas para convertirlas en un mero producto. Hoy, desde el
Evangelio de la misericordia, es preciso seguir demandando la necesidad
imperiosa de poner en el corazón de la vida social la centralidad de la persona
y el bien común como horizonte político de nuestro
mundo.
Cuando el pasado 6 de
mayo el Papa Francisco recibía en Roma el Premio Carlomagno, finalizaba su
discurso con estas hermosas palabras: “Sueño una Europa de la cual no se pueda
decir que su compromiso por los derechos humanos ha sido su última utopía”. Una
Europa que soñó con ser casa de hospitalidad y que se ha convertido en fábrica
de expulsiones; que anheló ser cuna del desarrollo social del mundo y que ha
extraviado su “alma humanista”.
La crisis intensa de
estos años, que ha erosionado la cohesión social de nuestras sociedades, está
culminando con un abandono profundo y atroz de los derechos humanos de millones
de personas. Es una crisis económica con profundas raíces morales, que trasluce
también una radical fractura de sentido y de
referentes.
Queremos poner en el
centro de nuestro corazón a las personas migrantes y refugiadas que, desde los
países del Sur, las fronteras europeas o nuestros propios barrios, siguen
experimentando los efectos de ese escandaloso proceso de descarte de lo humano.
El Espíritu nos mueve,
también, a acercarnos de forma preferente a los hogares que sufren exclusión
severa, a los trabajadores víctimas de la precariedad laboral y a los jóvenes
sin perspectivas de futuro sean el foco de atención preferente de toda la vida
social. Y aspiramos a que todos aquellos expulsados del bienestar sean la médula
de las políticas sociales y de un nuevo modelo de economía social inspirada por
la solidaridad y la sostenibilidad. Desde el Evangelio de la justicia, soñamos y
luchamos para que los “últimos sean los primeros” (Cfr. Mt, 20,16) tanto
en las políticas como en las preocupaciones
ciudadanas.
En este contexto, vemos
con esperanza cómo las comunidades cristianas, las Cáritas parroquiales y las
organizaciones sociales de diversas creencias y condición han reforzado su
compromiso con las personas y familias excluidas. La Buena Noticia surge en
medio de la desesperación, del dolor y de la injusticia. La esperanza, sin
embargo, no es una mera aspiración o una tendencia. Hay que reconocerla,
recrearla y contagiarla día a día. Este es el distintivo significativo y
profético de nuestra acción, que conlleva no perder nunca el foco de la dignidad
y la justicia con una actitud atenta y activa. La nuestra es una apuesta por una
esperanza:
- Que nos aproxime
a nuestros hermanos y hermanas migrantes que, como Cristo dolientes de nuestros
días, están siendo crucificados por la indiferencia y la injusticia en múltiples
fronteras de nuestro mundo.
- Que sepa
“escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres"
(LS
49) porque “si cuidas el planeta, combates la pobreza”.
- Que denuncie, con
profunda espiritualidad, la vulnerabilidad de unas sociedades que descartan a
los más pobres, y hacen de la exclusión una herencia y de la precariedad un
instrumento de desarrollo económico.
- Que nos implique,
desde la responsabilidad que brota del Evangelio, en la tarea de extender,
defender y practicar los derechos humanos como indicador esencial de desarrollo
en la construcción del Reino de Dios.
Todas las personas, las
comunidades y la ciudadanía estamos convocados a construir otro mundo desde la
“inseparable preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el
compromiso con la sociedad y la paz interior" (LS 10). Esta es la
misión y vocación a la que los participantes en esta Asamblea General nos
comprometemos desde la radical llamada que nos lanza el Evangelio de la justicia
y la misericordia.