Con
ocasión del Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación
Racial, que se celebra el 21 de marzo, Cáritas quiere hacer un
llamamiento a revisar nuestras actitudes y comportamientos personales y
colectivos.
Se
trata de una invitación especialmente oportuna en un momento de la
historia en el que parecería que nuestra sociedad hubiera superado algo
tan elemental como la discriminación por razón de raza u origen.
Preguntar en nuestras comunidades cristianas e instituciones si somos
racistas, puede percibirse como extraño u ofensivo. Sin embargo, la
frecuencia con que escuchamos comentarios como “yo no soy racista,
pero...” deja al descubierto la persistencia de prejuicios, estereotipos
y actitudes excluyentes y sesgadas que son, con frecuencia, fruto de la
ignorancia o el desconocimiento.
Más
allá de actitudes que corresponden a la esfera de lo personal, muchas
decisiones políticas no contribuyen positivamente a que esos síntomas
sociales de discriminación se transformen. Destacamos, con especial
énfasis, la merma de recursos presupuestarios destinados a apoyar la
integración de los inmigrantes y a reforzar la intervención en los
ámbitos socioeducativos. O la falta de los compromisos necesarios para
garantizar la labor de análisis de la realidad que llevan a caso
organismos como el Observatorio Permanente de la Inmigración (OPI) y el
Observatorio Español del Racismo y la Xenofobia (Oberaxe), cuya
continuidad está en peligro.
Al
mismo tiempo, en las calles y barrios de nuestras ciudades continúan
las actuaciones policiales selectivas con marcado sesgo racial, que
tienen lugar, incluso, a las puertas de servicios sociales. Asimismo, el
derecho de asilo en nuestras fronteras parece estar sujeto a
restricciones en función de la procedencia geográfica, sin tomar en
consideración ni tratados ni convenciones internacionales.
En
esta Jornada, Cáritas apela también a la responsabilidad de quienes
pretendan obtener apoyo electoral a cambio de enrarecer con mensajes
xenófobos y racistas el clima de convivencia social. No podemos olvidar
que las condiciones de precariedad y vulnerabilidad que afecta en
nuestro país a miles de familias, se deterioran todavía más cuando las
relaciones sociales se impregnan de actitudes racistas y excluyentes
que, en la vida diaria, arruinan en muchos casos las posibilidades de
crear redes vecinales y solidarias.
Como
señalan los obispos españoles en su mensaje para Jornada del Emigrante y
el Refugiado de este año, “no podemos contentarnos con la mera
tolerancia”. “En la comunidad cristiana –aseguran-- no caben reticencias
que impidan o dificulten acoger a personas de procedencias y culturas
diferentes”.