Cáritas sigue siendo “Cáritas”: es decir, la entidad social española (e
internacional), dependiente de la Iglesia católica, que ayuda a más
pobres y necesitados en este momento. Y Cáritas tiene muy claro lo que
debe seguir siendo: no una entidad burocrática y fría, sino el rostro y
las manos tendidas del Dios-Amor hacia los pobres.
¿Son agradecidos los pobres? Lo son. Pero, aunque no lo fueran, los
pobres son la denuncia permanente de nuestros propios pecados y los de
una sociedad injusta. Nadie está exento, a priori, de caer en la
exclusión por enfermedad, reveses de fortuna, por propia culpa o por
culpa ajena. Pero a los pobres, como decía el buen Maestro, se les
anuncia la “buena noticia” con obras y amores: ayudando a ver a los
ciegos y a caminar a los cojos. Los excluidos deben ser evangelizados
con obras solidarias, ya que las meras palabras se las lleva el viento y
la helada del egoísmo, que este sí que es un cáncer con metástasis bien
extendida. De lo contrario, ¿cómo hacer visible el rostro del Dios y
Padre de todos los hombres?
Cáritas ha movilizado últimamente aquí en España -son estadísticas
suyas- nada menos que a 64.251 voluntarios. Más, que en años anteriores.
Diríase que a más sangría social, más remedios, más movilización
ciudadana y más conciencia cristiana. Así debe ser.
Todo su trabajo Cáritas lo ha hecho ordenadamente, a través de 6000
Cáritas parroquiales y dentro de las 68 Cáritas diocesanas, que
aproximadamente tiene la organización, repartidas por toda España. Sin
hacer más reflexiones, y a la vista de estos datos, sería ya motivo
suficiente para darle gracias a Dios y no desesperar de la humanidad.
¿Pero qué nos pide Cáritas, metidos en el Año Nuevo? A las
comunidades cristianas les pide que sigan siendo generosas. A la
sociedad le dice que, si solidariamente nos damos la mano, habrá menos
manos pidiendo pan. A las instituciones económicas (públicas y privadas)
les recuerda que la gratuidad es lo más grande y hermoso, cuando la
crisis aprieta en un país, sea el que sea. Y es que los resultados
económicos, aun siendo importantes, no son el único criterio para
funcionar en Cáritas. Es más importante hacer las cosas bien, como las
hacía Jesús: ser discretos en la ayuda, para no humillar; actuar sin
alardes; dar con una sonrisa y hacerlo siempre, con cariño y respeto.
¿Y a los gobiernos? A los gobiernos Cáritas les dice: Las políticas
que favorezcan a los pobres y necesitados, en cualquier país avanzado,
deberían ser prioritarias. Hay que tener en cuenta que los “últimos” no
han provocado la crisis. Por el contrario, la ambición de algunas clases
sociales, el descontrol y la avaricia de los bancos y de ciertos
banqueros sin escrúpulos, son los que nos han conducido a este desastre.
Añadan ustedes políticos corruptos y ciudadanos educados (o
deseducados) para derrochar. Pero los pobres son los que menos culpa
tienen en este desaguisado de la recesión económica y moral que
padecemos. No deja de ser curioso que las clases altas no hayan conocido
todavía la crisis; las clases medias la estén sufriendo como nunca, y
las clases menos afortunadas (o bajas) estén peor que lo que estaban,
que ya es decir. Algunos emigrantes vuelven, desilusionados, a sus
países. Y aumentan los parados de corta, larga y media duración, que,
cada semana, hacen cola en el reparto parroquial de Cáritas.
Pues bien, mientras mercados y políticas se ponen de acuerdo,
Cáritas sigue ahí. Y ahí seguirá, en el Año Nuevo, haciendo honor a la
palabra “amor”, poniendo competencia en sus empleados y una palabra
alentadora, dirigida a los que van llegando, que son cada vez más.