En 2013, la Asamblea General de las Naciones Unidas designó el 30 de julio como el Día Mundial contra la Trata.
Según su comunicado, un día necesario para «concienciar sobre la
situación de las víctimas del tráfico humano y para promocionar y
proteger sus derechos.»
Según la Organización
Internacional de Trabajo hay 21 millones de personas víctimas del
trabajo forzoso en el mundo. Casi 5 millones de ellas, víctimas de trata
con fines de explotación sexual.
La trata de seres humanos
es la expresión cruel y moderna de la esclavitud y una de las peores
violaciones posibles de los derechos humanos. Todos los países están
afectados por la trata, ya sea como país de origen, tránsito o destino
de las víctimas. No podemos cerrar los ojos ante una realidad que mueve
miles de millones de euros en forma de negocio (delito) muy lucrativo en
el que están implicadas muchas más personas de lo que creemos bajo una
apariencia de normalidad.
La trata es una realidad
invisible pero entra en nuestra vida cotidiana. Detrás de las personas
que piden una limosna en el supermercado de nuestro barrio, hay un
posible caso de trata. Detrás del mundo oculto y ocultado de la
prostitución hay mujeres que son explotadas. Detrás de la ropa que
llevamos, o la fruta o verdura que comemos, puede haber sufrimiento de
personas que, víctimas de la cultura del descarte a la que alude el papa
Francisco, son explotadas por interés económico; personas consideradas
como mercancía, como instrumento de enriquecimiento.
Se ha avanzado mucho en los
últimos años para perseguir el delito. Los casos de trata con fines de
explotación sexual, especialmente, han recibido más visibilidad, pero no
podemos olvidar y pasar por alto otras formas de trata como son la
mendicidad, los matrimonios forzados, la explotación laboral o el
tráfico de órganos. En España todavía no existe una ley integral que
aborde todas estas formas de trata, una condición que permitiría una
coordinación de manera efectiva para luchar contra la trata, identificar
y proteger las víctimas y asegurar sus derechos humanos.
Como entidades de Iglesia
denunciamos políticas que aumentan la vulnerabilidad de las personas y
el riesgo de ser sometidas a trata, algo que estamos comprobando en las
actuales políticas migratorias. Políticas que fracasan al poner en
peligro a las personas, empujándolas a manos de redes de traficantes y
tratantes por la falta de vías legales para conseguir un destino mejor.
Cada persona tiene el derecho a buscarse una vida digna para sí misma,
para sus hijos e hijas, para su familia. No podemos crear un mundo de
diferentes velocidades y después simplemente paliar el sufrimiento de
las personas en nuestros recursos de atención, cuando ese sufrimiento
podría haber sido evitado.
Como entidades de Iglesia,
respaldadas en nuestras acciones por la Sección de Trata de la
Conferencia Episcopal Española, pedimos que se ponga siempre el interés
de las víctimas en el centro, estén o no identificadas como tales,
asegurando sus derechos en todas las fases de la lucha contra la trata.
Pedimos evitar la re-victimización, habilitando mecanismos para que la
investigación de los delitos no implique más sufrimiento para las
personas.
A la Comunidad Cristiana
apelamos para que no cerremos los ojos ante esta forma tan grave de
moderna esclavitud: “¿Dónde está tu hermano? ¿Dónde está tu hermano
esclavo?” (Gen 4,9)
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