Cáritas
Española, ante la trágica muerte de 400 personas en aguas del Mediterráneo, en
su huida hacia Europa, quiere expresar una vez más, con renovada rotundidad,
que no queremos ni podemos acostumbrarnos a estos hechos.
No aceptamos que
estos dramáticos sucesos sean meras noticias que dan paso a las siguientes. Ni
que se limiten a la publicación recurrente de imágenes anónimas, de cifras o de
datos. Cada una de estas 400 personas ahogadas –entre las que hay menores de
edad, muchos de los cuales viajaban solos-- tenían nombre, familia. Eran dueños
de su propia historia y de sus sueños. Eran seres humanos como nosotros, únicos
e irrepetibles. Como creyentes, no podemos olvidar que eran hermanos y hermanas
nuestras.
Ninguno de los
fallecidos había tomado libremente la decisión de embarcar hacia Europa. Por su
procedencia, sabemos que la mayoría huían de la guerra, de las matanzas, de la
sinrazón de los conflictos que difunden a diario, casi como una macabra
salmodia, los medios de comunicación.
No por
repetidas, pierden valor ante esta tragedia la exhortación del Papa Francisco con
ocasión de la tragedia de Lampedusa: “Que a nadie le falte el socorro
necesario”. Una vez más, sin embargo, debemos afirmar de manera rotunda que
estas 400 muertes podrían haberse evitado. Todos sabemos, y los responsables de
la Unión Europea
también, que los dispositivos de búsqueda y rescate establecidos, además de
insuficientes, son la consecuencia de reajustes presupuestario. ¿Quién tendrá
la valentía de evaluar esta decisión? ¿Cuál está siendo el precio?
Al tiempo que
invitamos a toda la comunidad eclesial y sociedad en general a unirse en
oración por tantas vidas perdidas, expresamos nuestro dolor, nuestra
solidaridad y condolencia a sus familias. Y hacemos una llamada a mantener viva
la sensibilidad, a no dejar de padecer-con todos esos hombres, mujeres y niños
que asumen riesgos porque quieren simplemente vivir con dignidad y en libertad.
Si hay algo
verdaderamente ajeno al Evangelio es la “cultura del descarte” que impregna hoy
nuestra sociedad. Estas 400 personas muertas en el mar no eran descartables,
sino seres humanos imprescindibles para construir la sociedad justa y fraterna
en la que creemos.
Descansen en paz.
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